La primera tarde pudimos tratar ya del funcionamiento de los talleres:
Tras presentarse, cada uno de los participantes pudo exponer sus experiencias
(que también deberán transcribirse en las fichas de experiencia)
y, sobre todo, formular sus "retos", deseos o sueños.
Sien embargo, el tiempo del que disponían para hablar era muy limitado,
tanto más cuanto que los problemas de traducción (problemas
lexicológicos relativos a la traducción de alguna palabras
concretas, aunque también problemas materiales con los micrófonos)
limitaban la actuación del ponente.
Desde el principio de la sesión, se estableció que el tiempo
para hablar sería de 8 minutos como máximo por persona,
límite que era imposible respetar por descontado
Pero limitar
de esta manera a las personas que contaban con una experiencia muy vasta
era frustraste. Nos parecía que había tantos temas cruciales
que quedaban por abordar.
A pesar de la formación de grupos de trabajo a escala humana, las
diferentes intervenciones adoptaron un cariz magistral en gran medida:
cada ponente exponía sus ideas sin escuchar atentamente a los demás.
Resultaba prácticamente imposible hacer preguntas y contestar.
Así, el proceso de reflexión en común se hacía
exclusivamente a través de las síntesis que los animadores
del grupo de trabajo preparaban por la tarde. Aun así, varios participantes
trabajaron de manera colectiva, principalmente, por afinidad lingüística
a la hora de formular "retos" en común.
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