La Asamblea mundial es, asimismo, el laboratorio de una democracia
mundial que nunca ha tenido precedentes.
¿Cómo conseguir que 400 personas intercambien puntos de
vista en torno a temas tan sensibles como el desarrollo, la mundialización,
el comercio o los medios de comunicación?
¿Cómo hablar del liberalismo entre quienes lo combaten y
quienes han luchado contra los dirigismos?
¿Cómo intercambiar puntos vista sobre el medio ambiente
entre quienes consumen en exceso y aquellos que deben luchar contra la
pobreza antes de poder ocuparse de estrategias de carácter público?
¿Cómo conseguir que entren en comunicación los que
exigen un derecho sin límites para los medios de comunicación
y los que sufren a causa de las imágenes negativas que se asocian
sistemáticamente a sus países?
Las preguntas se podrían multiplicar hasta el infinito. El miércoles,
los talleres correspondientes a la tercera jornada pusieron de manifiesto
la dificultad de establecer un diálogo intercultural y multilingüe.
Cuando los participantes se reunieron en grupos socioprofesionales, la
consecución de un acuerdo, aunque sólo fuera rudimentario,
pareció fácil. Así, a pesar de las diferencias, los
universitarios por un lado, las autoridades políticas por otro,
los sindicalistas, los periodistas encontraron un idioma común,
o al menos, convergencias de interés.
El miércoles, cambio de decorado. El ordenador de la FPH sacó
de las fichas de cartografía una serie de 17 temas para ser debatidos.
El método es complejo. El mismo está explicado en otro documento
de este periódico en línea. Esta idea consiste en utilizar
el ordenador para enlazar las innumerables propuestas, entrecruzarlas
y plantear, así, temas en torno a los cuales giran los diferentes
puntos de preocupación. La apuesta es osada. La Asamblea está
ahí para verificar que este proceso está justificado.
La cartografía permitió determinar 17 talleres: ética,
diversidad, enseñanza, medios de comunicación, producción
y consumo, solidaridad, derechos, gobernanza, transparencia, Estado, mundialización,
etc.
Apuesta. En torno al tema de los medios de comunicación todos tienen
la palabra: el periodista aunque también la autoridad local, o
el personal docente. Sobre el tema de la producción, el campesino
tiene tanto que decir como el empresario. Por lo que respecta a la diversidad
cultural, las mujeres tienen la palabra junto al personal docente, y así
sucesivamente.
Ahí reside la riqueza del proceso y también la complejidad
del mismo. El debate del miércoles comienza con un lento y largo
acercamiento. Los participantes se presentan, se explican, justifican
la presencia de cada uno en el taller y los objetivos que defienden.
Las divergencias aparecen. Evidentes. Sobre la cultura y la identidad
cultural, poner en la misma longitud de onda al que habla de desarrollo
y al que habla de arte no resulta fácil. Los ejemplos no faltan.
La pedagogía, innovadora, de las cartografías no basta.
Es preciso recurrir a los métodos tradicionales de debate: grupos
reducidos, cronometraje de las intervenciones, órdenes del día
limitados a lo esencial. Se forman grupos por afinidades de puntos de
vista o por antagonismos. Los pasillos del Palacio de Congresos de Lille,
al igual que los de Nouveau Siècle, pasan de estar vacíos
a verse invadidos por grupos sentados por el suelo. El momento de descanso
para tomar un café resulta más agitado que el debate propiamente
dicho.
Avanzamos despacio. La síntesis de esta segunda etapa queda lejos.
El cansancio se lee en las caras de los asistentes. Sin duda, los ratos
que los congresistas pasan en Lille, ciudad animada, que recorren a paso
largo, con la insignia al viento y bajo la lluvia antes y después
de los debates tienen mucho que ver. Estamos a jueves: descanso. ¡Uf!
Reposo para el espíritu y el cuerpo, paseo y relajación.
Los desafíos de la Asamblea quizás aparezcan menos complicados.
Lo prometemos, el viernes volveremos a poner manos a la obra: Para conseguir
un mundo mejor, más justo, solidario, plural, en el que se respeten
las diferentes culturas y el medio ambiente, seguramente falta un sistema
que haga trabajar todos juntos a los ciudadanos. ¡Y pueden estar
seguros, cuatro días de asamblea lo han demostrado: no basta simplemente
con darse la mano
!
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