Hay que admitirlo: ni el estado omnipresente, ni el mercado omnipresente es capaz de construir sociedades equilibradas que garanticen los valores necesarios a los hombres para vivir juntos. La mundialización fuerza al estado al abandono de la soberanía absoluta y a ser un protagonista más de la gobernanza mundial. Los diferentes caminos explorados en el Cuaderno de propuestas del taller Estado y Desarrollo tratan de tomar en consideración una visión global de la acción del estado en interacción con todas las esferas de la vida humana. Se destacaron cuatro ejes para repensar la acción estatal: el estado regulador, el estado actor del desarrollo económico, el estado redistribuidor, el estado y los diferentes niveles de gobernanza.
La crisis actual de la humanidad (desequilibrio entre la producción y la división de la riqueza, desequilibrio entre la actividad humana y la biosfera, etc.) se resume en una crisis de gobernanza, tanto al nivel local como al interncional. El estado es el vínculo central en esta cadena. No obstante, su forma ya no corresponde bien a las necesidades actuales, no sólo internacionales, sino también nacionales. La interdependencia entre los estados ha estado creciendo desde hace varias décadas; también está creciendo entre los niveles locales e internacionales. Lo que le vuelve difícil al estado recalibrarse en este nuevo paisaje.
La crisis de la gobernanza se puede observar en todos los niveles, del local con su incapacidad manejar sus territorios de manera integrada, al mundial, con la dificultad de permitir el surgimiento de una gobernanza mundial legítima ante la mundialización del mercado. Ni la planificación centralizada ni el desembrague del estado, que han venido de la base de opinión neoconservadora han dejado surgir un modelo de desarrollo adaptado a las necesidades de las poblaciones.
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