El tema de la gobernanza mundial es percibido a veces como una excusa, especialmente en el Sur del planeta. Puede ser visto como un ejercicio estilístico impuesto, con poca relación con los problemas concretos y destinada a enmascarar las relaciones ambiguas y de fuerza existentes entre los principales actores de la vida internacional (Estados, instituciones multilaterales, empresas multinacionales). No obstante, un creciente número de cuestiones que se plantean dramáticamente en este inicio del siglo XXI no pueden ser resueltas tan solo a nivel local, nacional ni tan solo regional. El cambio climático y la elevación del nivel de los mares, la deforestación masiva y la pérdida de recursos genéticos; la expansión de la epidemia del Sida y la degradación general de la salud de las poblaciones; el hundimiento de países o regiones enteras en la violencia y el estallido de guerras mortíferas que tan solo sirven a los intereses de sus promotores; las amenazas que pesan sobre el mantenimiento de los derechos económicos y sociales o la diversidad cultural de los pueblos. Tantos ejemplos que exigen respuestas globales y soluciones concertadas, para los que las recetas del pasado ya no son operativas.

Las recetas del pasado ya no son operativas

¿Porqué plantear estas cuestiones en términos de gobernanza? Por el hecho que las crisis actuales nos llevan a reconsiderar, no tan solo las formas de gobierno existentes, sino sobretodo las relaciones instituidas entre gobernantes y gobernados. Durante las últimas décadas, bajo la influencia de las mutaciones económicas, tecnológicas y sociales, las antiguas fronteras entre el ámbito público y el ámbito privado y sus correspondientes responsabilidades, han cambiado profundamente. Planteada de manera rigurosa, la gobernanza no es tan solo un discurso de moda, sino que puede constituir una dirección en la que poder elaborar propuestas conduciendo a la articulación de respuestas a los problemas concretos que se plantean en nuestras sociedades.

La crisis del sistema multilateral instaurado después de la Segunda Guerra Mundial es uno de los aspectos más evidente de la necesidad de una mejor gobernanza, en este caso mundial. En este plano -en el que las condiciones formales de la democracia ("gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo") aún no existen- la propuestas simplistas son, evidentemente, insuficientes.

Las condiciones formales de la democracia mundial aun no existen

Los debates que tuvieron lugar en Nueva York en el marco del Foro del Milenio (22-26 de mayo 2000), como preparación de la Asamblea del Milenio de las Naciones Unidas (setiembre 2000) ilustran, desgraciadamente, la dificultad que ciertos actores experimentan, incluso aquellos surgidos de la sociedad civil, de desmarcarse de las soluciones del pasado. Cf. Claire Sabourin (Québec) y Edith Sizoo (Paises Bajos).

Paralelamente, en un encuentro informal de aliadas y aliados interesados por la gobernanza mundial en Villarceaux (Francia) se puso de manifiesto el actual vacío sobre esta cuestión (ver «Brainstorming» sobre la Gobernanza Mundial). Este vacío constituye una oportunidad, puesto que abre la posibilidad de una participación más amplia y colectiva en su instauración. Constituye, pero, también un riesgo, si esta posibilidad no se concreta en los próximos años. En ausencia de una buena gobernanza mundial, son las grandes potencias del momento, pero también las empresas multinacionales, los lobbies militares y científicos y las mafias las que dictaran las condiciones, aprovechando la mundialización en su beneficio y en detrimento de la gran mayoría.

Erigir un sistema internacional coherente y legítimo

La necesidad actual no es tan solo trazar el proyecto de las nuevas instituciones, sino más bien de comprometerse en una verdadera reforma para reconstruir las relaciones internacionales sobre nuevos principios y sobre un contrato claro entre naciones, instituciones, sociedad civil y actores privados, que este a la altura de los desafíos del momento. Es esta la tarea en la que se ha concentrado el chantier "Gobernanza mundial" de la Alianza, que propone un texto muy trabajado en el que se exponen tres principios fundadores que deberían asegurar la coherencia de las reformas a emprender, la reglas de legitimación de los diferentes actores y algunas pistas concretas hacia la gobernanza (ver versión editada del documento de iniciación).

En ciertos ámbitos (agua, sistema financiero, seguridad, etc.), la reflexión sobre las condiciones de una buena gobernanza a escala mundial se encuentra en estado avanzado, pero exige una elaboración colectiva más intensa y una mayor difusión. Diversos chantiers de la Alianza trabajan en esta dirección;: en este dossier publicamos algunas de sus contribuciones temáticas (ver Extra-nacionalidad, Seguridad, Industria del crimen y Agua7). Las respuestas, a menudo, van más allá del simplismo y del sentido común imperante, apoyándose en el ejercicio concreto de la subsidiariedad activa, en el sentido de responsabilidad y en el respeto de la pluralidad. Desgraciadamente a menudo tropiezan con los poderes imperantes y los intereses establecidos de las tecno-estructuras o de los lobbies.

El mundo será reconfigurado desde la base

¿Cómo avanzar, superando la inercia? Los partici-pantes del encuentro de Beirut "Para una renovación del pensamiento político" (noviembre 1999), venidos de los cinco continentes, han afirmado la necesidad de tomar en consideración el dinamismo de la sociedad civil en las cuestiones referentes a la gobernanza. Múltiples aliados trabajan para valorizar y favorecer la articulación de diversos movimientos sociales. En estos lugares de ejercicio de la ciudadanía también deben buscarse las propuestas y prácticas alternativas para una mejor gobernanza (ver Movimientos Sociales, Foro Social Mundial et Renovación político).

Marcos Arruda (Brasil) defiendeuna tesis parecida al indicar que el mundo será reconfigurado desde la base, cuando habremos imaginado un sistema de gobernanza realmente democrático que reconozca y valorice la diversidad humana y el potencial subjetivo y singular de cada persona, de cada comunidad o grupo social y de cada nación (ver ¿Qué futuro le queda al Estado-Nación?).

La búsqueda de una auténtica gobernanza participativa supone, pues, una toma en consideración atenta de las dinámicas sociales. A escala mundial esto corre paralelo con un reconocimiento y respeto del contexto cultural e histórico de cada región. El historiador africano Joseph Ki-Zerbo (Burkina Faso) muestra que la cuestión de una buena gobernanza no es algo extraño para África, a condición que se comprenda como la historia le imprime una particularidad propia a este continente (ver El marco histórico de la gobernanza en África).

Para concluir planteamos una respuesta, quizás lapidaria, a la pregunta que preside este dossier: "La gobernanza en el siglo XXI será popular o no será". Será legítima si los pueblos reconocen en el sistema que será instaurado una justa representación de sus preocupaciones y de sus intereses. Será sostenible si los pueblos constatan que ofrece soluciones equitativas a los problemas globales de nuestro tiempo. Finalmente, será efectiva en la medida que los pueblos se reconozcan en sus maneras de hacer, puesto que habrán participado en su configuración desde el inicio.

P.J & Ph.G

* Ante la imposibilidad de traducir la palabra francesa «gouvernance» al castellano, hemos optado por utilizar el neologismos «gobernanza» que ya fue utilizado en los textos de la Asamblea de la Alianza de diciembre de 1997.

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