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Preámbulo

Nunca antes los seres humanos habían tenido un impacto tan profundo en la vida social, política, económica y cultural de sus prójimos. Nunca antes habían adquirido tantos conocimientos ni tanto poder para modificar el entorno natural.

A pesar de las inmensas posibilidades que se abren gracias a estas interrelaciones, cada vez más numerosas, y de la nueva fuerza que ha adquirido la humanidad, en numerosos ámbitos surgen crisis sin precedentes.

El aumento de las disparidades económicas dentro de las naciones y entre sí, la concentración del poder económico y político en un número cada vez más restringido de manos, las amenazas contra la diversidad de culturas o la sobreexplotación de los recursos naturales, por ejemplo, crean disturbios y conflictos en el mundo entero y dan origen a grandes inquietudes sobre el porvenir de nuestro planeta: nos encontramos en una encrucijada de la historia de la humanidad.

Las instituciones sociales que deberían permitir enfrentarse a estos retos funcionan de manera cada vez menos eficaz. El poder invasor de los mercados internacionales debilita el papel tradicional de los estados. Las instituciones científicas, al intentar satisfacer los intereses restringidos de su especialidad, dejan de lado cada vez más el análisis y la toma en consideración de los problemas globales y la interacción de los mismos a los que se enfrenta la humanidad. Las instituciones económicas internacionales no han conseguido invertir el curso ascendente de las desigualdades. La búsqueda de beneficio por parte de las empresas a menudo ha tenido lugar en detrimento de los intereses sociales y medioambientales. Las instituciones religiosas no han desempeñado en suficiente medida el papel que les corresponde a la hora de aportar respuestas a los nuevos retos a los cuales se enfrentan nuestras sociedades.

En este contexto, a cada uno de nosotros nos corresponde asumir nuestras responsabilidades a nivel individual al igual que colectivo.

La presente carta define la naturaleza de estas responsabilidades y la manera en que las mismas pueden ejercerse. Dicha carta constituye un primer paso hacia la construcción de una gobernanza democrática basada en las responsabilidades humanas, así como de un marco jurídico en el que se ejerzan estas responsabilidades.

Naturaleza de las responsabilidades

La interdependencia creciente entre las personas, entre las sociedades, y entre los seres humanos y la naturaleza refuerza los efectos del comportamiento de las personas y de los grupos humanos sobre el entorno social y natural, ya sea próximo o lejano.
Con esta situación, a cada quien de nosotros se nos abren posibilidades nuevas de desempeñar un papel en los nuevos retos a los que se enfrenta la humanidad: todo ser humano tiene la capacidad de asumir responsabilidades; incluso cuando se sienten impotentes, a las personas les queda la posibilidad de aliarse con otras para crear una fuerza colectiva.

Mientras que todos los seres humanos pueden aspirar a los derechos humanos siguiendo un principio de igualdad, sus responsabilidades son proporcionales a las posibilidades de que disponen. Cuanto mayores son la libertad, el acceso a la información, los conocimientos, la riqueza y el poder de que dispone una persona, mayor es la capacidad de ésta para ejercer responsabilidades y la obligación de responder de sus actos.

Las responsabilidades se aplican no sólo a las acciones presentes y futuras, sino también a las acciones pasadas. Los daños pasados causados de manera colectiva deben ser asumidos moralmente por la colectividad en cuestión, y reparados de manera concreta hasta donde sea posible.

En la medida en que solamente conocemos parcialmente las consecuencias de nuestros actos ahora y en el futuro, nuestra responsabilidad exige, asimismo, actuar con una gran humildad, y dar muestras de prudencia y precaución.

Ejercicio de las responsabilidades

A través de la historia de la humanidad, la sabiduría tradicional, ya sea de origen religioso o no, ha enseñado valores destinados a guiar el comportamiento humano hacia una actitud responsable y para ello, se ha basado en una idea que sigue estando de actualidad: la transformación de la sociedad no es posible sin la transformación del individuo.

Estos valores engloban el respeto de toda forma de vida y el derecho a una vida digna, la preferencia por el diálogo más que por la violencia, la compasión y la atención a los demás, la solidaridad y la hospitalidad, la veracidad y la sinceridad, la paz y la armonía, la justicia y la equidad, la preferencia por el bien común antes que por el interés particular.

Sin embargo, a veces sucede que estos valores se deben sopesar entre sí cuando un individuo o una sociedad se ven confrontados a dilemas como la necesidad de favorecer el desarrollo económico a la vez que se procura proteger el medio ambiente y respetar los derechos humanos.

En tales casos, la responsabilidad humana implica que ninguno de estos imperativos se sacrifique con respecto a los otros. De hecho, sería inútil creer que los problemas de injusticia económica, de no respeto de los derechos humanos y de medio ambiente podrían resolverse de manera duradera sin tener en cuenta cada uno de ellos. Todos los pueblos deben darse cuenta de esta interdependencia; e incluso si sus prioridades varían según su propia historia y el contexto actual, dichas prioridades no justifican la indiferencia con respecto a los otros factores en juego.

Esta es la filosofía según la cual se han concebido los principios siguientes : .


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