Sostenemos que no hay fatalidad, que la gravedad de las amenazas o la complejidad de los desafíos deben hacer nacer la determinación y no la renuncia. Al ser capaces de pensar en su devenir, los hombres, las sociedades humanas, tienen una riqueza de principios aptos para guiar sus opciones y decisiones.
Formulados bajo diferentes formas en la diversidad de las culturas y de las sociedades, algunos principios parecen ser actualmente puntos de apoyo esenciales:
1) Principio de salvaguardia: la tierra que nos legaron nuestros antepasados no nos pertenece únicamente a nosotros; se la debemos también a las generaciones futuras. Ni la posición eminente que ocupamos, ni nuestras capacidades técnicas, nos otorgan el derecho a extraer o destruir sin límites. El desarrollo de la ciencia y de las técnicas nos ha dado una libertad nueva. Esta libertad debe ir acompañada de un sentimiento de reverencia con respecto a la naturaleza, cuyos límites y ritmos debemos respetar, cuyos bienes esenciales debemos salvaguardar: el agua, el aire, los suelos, los océanos, los seres vivos y los grandes equilibrios necesarios para la vida. Para ello, las sociedades humanas deben tender hacia formas de producción y de vida sin extracciones, desechos y desperdicios que puedan perjudicar a los equilibrios esenciales de los medios locales o de la tierra.
2) Principio de humanidad: la posibilidad para cada ser humano de disponer de lo esencial y de tener una vida digna, el respeto, la equidad y la solidaridad entre los hombres y entre las sociedades, el respeto a la naturaleza y a lo vivo son los verdaderos criterios para medir la humanidad de la Humanidad.
3) Principio de responsabilidad: los individuos, las empresas, los Estados, los organismos internacionales deben asumir sus reponsabilidades en la construcción de una armonía de las sociedades y de los hombres entre ellos y con su medio; deben hacerlo en función de su riqueza y de su poder. Los pueblos son corresponsables del destino de la humanidad.
4) Principio de moderación: debemos aprender a refrenar nuestra codicia. Los más ricos, aquéllos que se dejan arrastrar por el torbellino del despilfarro, tienen que reformar su manera de vivir, moderar su consumo, aprender a ser frugales.
5) Principio de prudencia: las sociedades humanas no deben poner en circulación productos nuevos o tecnologías hasta que consigan controlar los riesgos presentes y futuros.
6) Principio de diversidad: la diversidad de las culturas, al igual que la de los seres vivos, es un bien común que todos los hombres tienen el deber de preservar. La diversidad de las civilizaciones es la mejor garantía de la capacidad de la humanidad para inventar respuestas adaptadas a la infinita diversidad de situaciones, desafíos y entornos. Los recursos genéticos del planeta deben ser protegidos respetando las comunidades que hasta ahora los han salvaguardado y hecho fructificar.
7) Principio de ciudadanía: debemos aprender a considerarnos y a considerar a todos los seres humanos como los miembros de pleno derecho de la inmensa comunidad humana.
Frente a quienes quisieran reducir el mundo a un único juego de intereses particulares, de poderes y de mercados, estos pocos principios merecen ser reafirmados y servir de guía para el enunciado de las prioridades y para la determinación de estrategias de acción.
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